SISTEMA ESQUELETICO U OSEO
El ser humano, al igual que el resto de los seres vivos, necesita relacionarse con el medio ambiente que lo rodea y, para hacerlo, debe desplazarse hasta lo que le interesa. La acción de los sentidos lleva a un conocimiento consciente de la realidad del entorno, que puede alcanzarse gracias a la posibilidad de moverse. El movimiento se realiza por la acción conjunta de los huesos y los músculos; ambos forman el aparato locomotor, que responde a órdenes que recibe del sistema nervioso y el sistema endocrino produciendo movimientos voluntarios.
LOS HUESOS
Los huesos son los elementos pasivos del aparato locomotor y actúan dando a la vez consistencia y forma al cuerpo y, gracias a su unión con los músculos, actúan como brazos de palanca que facilitan los movimientos.
Los huesos, que en su conjunto forman el esqueleto, son lo bastante fuertes como para soportar el peso y lo bastante ligeros como para facilitar el movimiento; no obstante, aunque puedan parecer rígidos y muertos, están vivos y llenos de actividad. No sólo se relacionan con otros huesos a través de las articulaciones, sino que en su estructura poseen un tejido, llamado cartilaginoso, que les permite crecer, y en su interior se encuentra la médula ósea, donde se producen los glóbulos rojos y algunos glóbulos blancos de la sangre.
Los huesos tienen una capa exterior de tejido óseo compacto denso y una capa interior de tejido óseo esponjoso, que rodea a la médula ósea. La proporción de cada clase de tejido óseo en un hueso depende de las tensiones y fuerzas que debe soportar; en función de esta característica se distinguen tres clases de huesos:
Huesos planos, con dos capas de tejido óseo compacto entre las cuales hay una de tejido óseo esponjoso; en ellos predomina la superficie sobre el volumen. Algunos ejemplos son los huesos que forman la bóveda del cráneo, los omóplatos y los de las caderas (coxales).
Huesos cortos, pequeños y con las tres dimensiones casi iguales, que se acoplan unos a otros para resistir mejor el movimiento y las presiones, y que suelen estar localizados en las zonas de las articulaciones. Algunos ejemplos son los huesos del carpo (en la muñeca), los del tarso (en el pie) y las vértebras de la columna vertebral.
Huesos largos, formados sobre todo por hueso compacto, en los que se distingue una zona central cilíndrica y alargada llamada diáfisis y dos extremos redondeados llamados epífisis. En el hueso en crecimiento existe una zona de tejido cartilaginoso que separa la epífisis de la diáfisis, lo que permite el crecimiento del hueso, y se llama metáfisis. Algunos ejemplos son los huesos de las extremidades como el fémur, la tibia y el húmero.
ESTRUCTURA DE LOS HUESOS
El hueso es un tipo especial de tejido conectivo que es a la vez fuerte, resistente y ligero, y que consta de una serie de células especializadas y fibras de proteínas sobre una base gelatinosa que contiene agua, sales minerales e hidratos de carbono, llamada osteína. El tejido óseo es un órgano vivo, que se descompone y se reconstruye sin cesar, modificando su forma y composición durante el crecimiento y a lo largo de la vida.
Si se analiza la estructura de un hueso de fuera adentro, se ve que está formado por una serie de capas diferentes:
• Una delgada capa exterior denominada periostio, que consta de vasos sanguíneos y nervios. Esta membrana fibrosa cubre toda la superficie de los huesos excepto el interior de las articulaciones, y sus vasos sanguíneos aportan nutrientes a las células óseas.
• El tejido óseo compacto es denso y duro, forma la zona cortical de los huesos y se compone de columnas de células óseas mineralizadas con fosfato cálcico, lo que hace que los huesos sean a la vez elásticos y fuertes. Estas células se llaman osteocitos y se sitúan concéntricamente, lo que da lugar a unos canales centrales que se conocen como conductos de Havers, por donde pasan los nervios y los vasos sanguíneos del hueso.
• El hueso esponjoso es una estructura en forma de enrejado, compuesta de unas prolongaciones óseas llamadas trabéculas que se disponen siguiendo las líneas de mayor presión; esta estructura esponjosa hace que los huesos sean ligeros. El hueso esponjoso ocupa la zona central en los huesos cortos y planos y el interior de las epífisis en los huesos largos.
• La médula ósea se encuentra en el interior de los huesos, directamente debajo del hueso compacto en las diáfisis de los huesos largos, en las epífisis de los huesos largos, entre las trabéculas del hueso esponjoso y en el interior de los huesos cortos y planos y es un tejido especial muy rico en grasa. Existen dos tipos: la roja, que rellena las cavidades de tejido esponjoso y es la responsable de producir la mayoría de las células de la sangre, en especial los glóbulos rojos y los glóbulos blancos; al nacer, todos los huesos del cuerpo tienen médula roja, pero a medida que se llega a la edad adulta se va reemplazando por la médula ósea amarilla, que es más grasa y menos activa. En la madurez, la médula ósea roja sólo se encuentra en el cráneo, la columna vertebral, los omóplatos, las clavículas, las costillas, el esternón y la pelvis. La médula ósea amarilla se halla sobre todo en las diáfisis de los huesos largos.
FISIOLOGÍA OSEA
Diversos factores influyen en la forma y el crecimiento de los huesos a lo largo de la vida, entre ellos las tensiones mecánicas que soportan, de modo que los huesos que aguantan más peso son más fuertes. Los tejidos del hueso se renuevan sin cesar en un delicado equilibrio entre los depósitos de calcio y su reabsorción. Por un lado existen unas células óseas llamadas osteoblastos que toman fosfato cálcico de la sangre y lo depositan en el hueso, a la vez que otras células llamadas osteoclastos reabsorben el fosfato cálcico y lo devuelven a la sangre; así, las sales minerales que forman el hueso, fundamentalmente de calcio, son reemplazadas de manera permanente. Este equilibrio de intercambio constante de calcio entre el hueso y la sangre lo controla la acción de la vitamina D y una serie de hormonas, entre ellas la del crecimiento, las sexuales, las de las glándulas suprarrenales, las tiroideas y las que producen las glándulas paratiroides.
En el feto, los huesos están formados por tejido cartilaginoso que se endurece progresivamente como resultado de que en ellos se van depositando sales minerales, sobre todo calcio. Esta osificación no se completa de manera definitiva hasta el principio de la vida adulta, una vez terminado el crecimiento de los huesos.
El crecimiento en longitud se realiza a partir de unas zonas denominadas cartílagos de crecimiento, que aún no están osificadas en el niño. En los huesos largos esta zona de cartílago y crecimiento se encuentra en la diáfisis y la epífisis y se denomina metáfisis. A medida que el niño crece, y hasta que llega a la adolescencia, en estos cartílagos se va formando hueso nuevo que hace que crezca en longitud. Los cartílagos de crecimiento también se denominan cartílagos de conjunción o núcleos de osificación.
El crecimiento en grosor se hace a partir del periostio, y se basa en el depósito de capas concéntricas de hueso.
Coincidiendo con el comienzo de la pubertad, debido a la producción de hormonas sexuales que se produce en esta época de la vida, el crecimiento óseo se detiene y se experimenta un estirón y la osificación definitiva de los cartílagos de crecimiento.
LAS ARTICULACIONES
Los huesos del esqueleto están unidos entre sí mediante las articulaciones, que se mantienen estables gracias a unos refuerzos fibrosos que las rodean, denominados ligamentos. Las articulaciones se clasifican por su estructura o por la forma en que se mueven.
Según la movilidad de los huesos que forman parte de las articulaciones, éstas se dividen en:
Articulaciones fijas, que están unidas firmemente por un cartílago fibroso. Los huesos que las forman no se mueven entre ellos. Un ejemplo son los huesos de la cara y el cráneo, que están unidos por articulaciones que se conocen con el nombre de suturas.
Articulaciones semimóviles, en las cuales los huesos están separados por una capa de cartílago fibroso parecida a un disco, lo que permite ciertos movimientos, como en las vértebras de la columna, o están estabilizadas por ligamentos muy cortos, como algunos huesos del tarso en el pie.
Articulaciones móviles o sinoviales que permiten una gran variedad de movimientos. Son muy complejas y están formadas por dos extremos óseos recubiertos con una capa de tejido cartilaginoso suave y elástico que evita el roce entre las superficies óseas. En el interior de estas articulaciones existe un líquido que las lubrica, el líquido sinovial.
Las articulaciones sinoviales también pueden clasificarse según la forma de las superficies articulares y el modo en que encajan, lo que determina cómo se mueven los huesos entre sí:
Articulación en pivote: la proyección de un hueso gira dentro del encaje de otro en forma de anillo, por ejemplo, las dos primeras vértebras cervicales.
Articulación en bisagra: la superficie convexa de un hueso encaja en la superficie cóncava de otro, por ejemplo, el codo o la rodilla.
Articulación en elipse: el extremo de un hueso ovalado se mueve en una cavidad en forma de elipse, por ejemplo, el hueso radio del antebrazo.
Articulación en rótula: la cabeza redonda de un hueso encaja en la cavidad en forma de copa de otro, por ejemplo, el hombro y la cadera.
Articulación en silla de montar: las dos superficies óseas son cóncavas y convexas, por ejemplo, en la base del dedo pulgar.
Articulación deslizante: las dos superficies de los huesos son casi planas y se deslizan entre sí, por ejemplo, algunas articulaciones del pie y la muñeca.
ANATOMÍA DEL ESQUELETO
El esqueleto está formado por unos 206 huesos de diversos tamaños y formas. Consta de una larga columna, la columna vertebral, situada verticalmente en el centro, la extremidad superior sostiene el cráneo, la extremidad inferior forma el sacro y el cóccix, rudimento de la cola de los animales y de la parte media de la columna surgen lateralmente unos arcos óseos, las costillas, que en la parte anterior se articulan con el esternón y constituyen un espacio denominado tórax, y por último, en la parte superior del tórax y en la parte inferior de la columna vertebral, están implantados simétricamente a cada lado los dos pares de miembros: las extremidades superiores y las inferiores.
El estudio del esqueleto comprende la descripción de sus huesos y las articulaciones entre ellos, y, por lo general, se lo separa en cinco apartados distintos: columna vertebral, huesos y articulaciones de la cabeza, huesos y articulaciones del tórax, huesos y articulaciones de las extremidades superiores y huesos y articulaciones de las extremidades inferiores.
LA COLUMNA VERTEBRAL
La columna vertebral tiene 33 huesos denominados vértebras que se articulan entre sí y se extienden desde la base del cráneo hasta el cóccix.
De arriba abajo se pueden distinguir varias zonas en la columna vertebral:
• 7 vértebras cervicales, que sostienen la cabeza y el cuello.
• 12 vértebras torácicas o dorsales, que se articulan con las costillas.
• 5 vértebras lumbares, que soportan la mayor parte de peso del cuerpo.
• 5 vértebras soldadas entre sí, que constituyen el hueso sacro.
• 4 vértebras soldadas entre sí, que constituyen el hueso cóccix.
Las vértebras se articulan una con otra mediante un disco fibroso denominado disco intervertebral, que posee en su interior un núcleo gelatinoso llamado núcleo pulposo. Este disco intervertebral, junto con otras articulaciones entre las vértebras que se establecen entre sus proyecciones laterales, transversas y posteriores, en conjunto denominadas apófisis, permiten que la gama de movimientos de la columna vertebral sea muy amplia, además de dotarla de flexibilidad y resistencia.
Las vértebras y los discos intervertebrales se hallan sometidos a enormes fuerzas de presión y tracción, sobre todo durante los movimientos forzados, por lo que necesitan la existencia de ligamentos poderosos y fuertes músculos que rodean la columna vertebral y estabilizan y controlan su movimiento.
Además, la columna vertebral normal tiene varias curvas suaves que ayudan a aumentar su resistencia y a asegurar que el centro de gravedad del cuerpo se mantenga estable. La columna cervical y la columna lumbar se curvan un poco hacia delante, mientras que la columna dorsal se curva hacia atrás.
La columna vertebral rodea y protege la médula espinal, la mayor vía nerviosa del cuerpo y componente esencial del sistema nervioso central. De entre las vértebras salen hacia los órganos los denominados nervios raquídeos, terminaciones nerviosas de la médula espinal que transmiten estímulos sensitivos desde los tejidos al cerebro y órdenes motoras a los músculos.
Las dos primeras vértebras cervicales tienen características especiales, ya que ambas se articulan con los huesos de la base del cráneo. La función de estas vértebras es facilitar el movimiento de rotación e inclinación hacia delante y hacia atrás de la cabeza. La primera vértebra cervical se llama atlas y se articula directamente con los huesos del cráneo, mientras que la segunda vértebra cervical se llama axis y se articula con la primera mediante una proyección denominada apófisis odontoides.
Los relieves que se pueden palpar en la espalda a lo largo del trayecto de la columna vertebral corresponden al relieve que hacen las proyecciones posteriores de las vértebras, denominadas apófisis espinosas. Están unidas una con otra mediante una serie de ligamentos vertebrales muy resistentes.
HUESOS Y ARTICULACIONES DE LA CABEZA
La cabeza se divide en dos partes: el cráneo, que tiene forma de caja y que rodea al cerebro, y los huesos de la cara, destinados a alojar la mayor parte de los órganos de los sentidos y a sostener la mandíbula para la masticación:
• El cráneo está formado por ocho huesos: el frontal delante, dos parietales y dos temporales a los lados, el occipital detrás, el etmoides y el esfenoides detrás de la nariz. Estos huesos constituyen la bóveda craneal.
• Los huesos de la cara son 14: dos pómulos o malares, dos huesos maxilares superiores, la mandíbula, los hacecillos del oído medio (martillo, yunque y estribo), el hueso nasal, los huesos lagrimales y otros.
Con el fin de reducir el peso de la cabeza, varios de sus huesos son huecos (los frontales, los maxilares, una parte llamada apófisis mastoides del hueso temporal, el etmoides y el esfenoides). Su espacio interior está lleno de aire y se denominan, en conjunto, senos paranasales, ya que están localizados alrededor de la nariz.
Todos los huesos de la cabeza, excepto la mandíbula, se mantienen juntos mediante articulaciones fijas denominadas suturas. La mandíbula está unida a los dos huesos temporales por medio de unas articulaciones muy móviles, llamadas articulaciones temporomandibulares, sus movimientos son complejos, ya que deben permitir la masticación y la articulación de las palabras.
Durante el crecimiento, algunas articulaciones de los huesos del cráneo presentan unos espacios cartilaginosos, denominados fontanelas, que permiten que los huesos del cráneo de los niños crezcan y se vayan osificando poco a poco, siguiendo el crecimiento de su cerebro.
Existe un hueso llamado hioides, que se puede considerar incluido entre los huesos de la cabeza o entre los huesos del tórax ya que se encuentra situado dentro del complejo de la laringe, que es fundamental para la inserción de los músculos que intervienen en el funcionamiento de este órgano: la respiración y el habla.
HUSOS Y ARTICULACIONES DEL TORAX
El tórax o caja torácica es un espacio que delimita, por detrás, la columna vertebral, concretamente las vértebras dorsales; por los lados, las costillas, que se originan de las vértebras, y, por delante, el esternón, con el cual se articulan las costillas.
El tórax también está compuesto de los músculos que lo rodean, y en conjunto protege órganos internos vitales como el corazón, los pulmones y el hígado.
Por lo general existen 12 pares de costillas, pero en algunos casos puede haber una más o alguna menos.
Las costillas forman arcos que se extienden desde la columna vertebral hasta el esternón, en el cual no se insertan directamente, sino que lo hacen a través de un segmento cartilaginoso denominado cartílago costal. Este cartílago es el responsable de la gran flexibilidad y movilidad de las costillas, lo que permite el movimiento constante de la caja torácica al respirar.
Los 7 primeros pares de costillas se denominan verdaderas, pues enlazan directamente con el esternón mediante un cartílago costal único, mientras que los 2 o 3 pares siguientes se denominan falsas, pues se unen en un cartílago común y éste conecta con el esternón. Por último, debajo suelen existir costillas llamadas flotantes, pues no están unidas al esternón.
HUESOS Y ARTICULACIONES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
Los huesos y las articulaciones de las extremidades superiores se inician con la articulación del hombro, que se denomina cintura escapular. Esta articulación está formada por tres huesos: el omóplato o escápula, la clavícula y el húmero. El omóplato es un hueso plano que se desliza sobre la parte posterior y superior del tórax y se articula directamente con el húmero, que es el hueso del brazo. Está unido al esternón con un hueso en forma de arco situado encima de la primera costilla y denominado clavícula.
Toda la articulación está rodeada por la cápsula articular, ligamentos y músculos poderosos, que permiten la movilidad del brazo.
El húmero es alargado y se extiende desde el hombro hasta el codo, donde se articula con los huesos del antebrazo, denominados cúbito, situado en la parte interna, y radio, situado en la parte externa. La articulación del codo permite la flexión del antebrazo sobre el brazo y la rotación del antebrazo.
En su parte inferior, los huesos del antebrazo, el cúbito y el radio, forman la articulación de la muñeca, donde se encuentran los huesos del carpo, que son ocho: escafoides, semilunar, piramidal, pisiforme, trapecio, trapezoide, grande y ganchoso.
Estos huesos se articulan de manera compleja con los denominados metacarpianos, cinco huesos alargados que constituyen el esqueleto de la palma de la mano y continúan hacia los extremos con los huesos de las falanges, tres en todos los dedos excepto el primero o pulgar, que sólo tiene dos.
HUESOS Y ARTICULACIONES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
Las extremidades inferiores se originan en la articulación de la cadera, que constituye la cintura pélvica y está formada por el fémur y la pelvis.
La pelvis sirve como soporte a la parte superior del cuerpo y protege los órganos abdominales y pelvianos, por ejemplo, el útero y los ovarios en las mujeres; forma un gran anillo óseo que tiene detrás los huesos sacro y cóccix, y a los lados los huesos coxales, formados a su vez por tres huesos: el ílion, el isquion y el pubis, que constituyen la cavidad en la cual se articula la cabeza del fémur, el acetábulo. Los huesos del pubis se unen por delante en la denominada sínfisis púbica, que es una articulación fibrosa. En los hombres la pelvis es más estrecha y pesada, con el fin de soportar un mayor peso del cuerpo; en cambio, en las mujeres es ancha y sus diámetros son superiores, con el fin de permitir el paso del bebé durante el parto.
El fémur, el hueso del muslo, es el que soporta mayor peso del cuerpo; se articula por arriba con la pelvis y por abajo con uno de los huesos de la pierna, la tibia, y ambos forman la rodilla.
La rodilla es una articulación compleja y en ella intervienen muchos músculos, los que permiten su estabilidad. En el interior de la rodilla y separando el fémur y la tibia, existe una estructura fibrosa y elástica denominada menisco, que sirve para amortiguar el roce de los movimientos. Delante de la articulación de estos dos se encuentra un pequeño hueso denominado rótula, sobre el cual pasa el tendón del muslo que permite la flexión de la pierna.
La parte superior de la tibia se articula por fuera con la cabeza del peroné, el otro hueso de la pierna, que discurre paralelo a ella; ambos se articulan en la parte inferior con los huesos del tarso y forman el tobillo.
El tobillo es una articulación compleja y móvil, aunque una multitud de ligamentos mantiene su estabilidad. El tarso consta de siete huesos dispuestos en dos filas: detrás el astrágalo y el calcáneo (que constituye lo que se denomina talón), y delante el cuboides, el escafoides y las tres cuñas. A continuación, el tarso se articula con los metatarsianos, cinco huesos largos que constituyen el arco del pie y que continúan por delante con las falanges, tres en todos los dedos excepto el primero, que sólo tiene dos.
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