EL APARATO REPRODUCTOR


El aparato reproductor femenino y el masculino tienen muchos aspectos paralelos, ya que ambos se desarrollan a partir del mismo tejido embrionario, pero se diferencian en sus funciones, su estructura y el lugar en que se localizan.
CARACTERÍSTICAS Y FUNCIONES
El aparato reproductor masculino produce espermatozoides, el femenino, óvulos, ambos reciben el nombre de gametos y se caracterizan por su capacidad de crecimiento y la rapidez con que se multiplican. Si un espermatozoide fecunda un óvulo, se origina la fertilización y se desarrolla un embrión, que dará lugar a un nuevo ser humano.
Estos gametos o células sexuales no sólo aseguran la reproducción, sino la transmisión exacta de los datos genéticos de cada uno de los padres a sus descendientes. La reproducción no es la única función de los órganos del aparato reproductor, también desempeñan un papel muy importante en el desarrollo de las relaciones sexuales entre los seres humanos. Este papel no sólo lo desempeñan los órganos genitales, sino también otros órganos como, por ejemplo, las mamas en la mujer.
Las mamas están formadas por un tejido glandular y existen tanto en el hombre como en la mujer, aunque en ésta están mucho más desarrolladas. Durante el embarazo, el tejido glandular mamario alcanza su máximo desarrollo, influido por una serie de hormonas que elabora la placenta y regulado por otras que elabora la glándula hipófisis. En esta época, la glándula aumenta de tamaño y produce la leche materna, una secreción que permite la alimentación del recién nacido.
EL APARATO REPRODUCTOR MASCULINO
Está formado por dos glándulas sexuales denominadas testículos, que durante la edad embrionaria se encuentran en el interior de la cavidad abdominal y justo antes del nacimiento descienden por el conducto inguinal hacia el escroto, bolsa cutánea que los mantiene en el exterior del cuerpo. Por este motivo los testículos se encuentran a una temperatura inferior que la del resto del cuerpo, unos 2 °C menos, lo que es básico para que pueda elaborar los gametos masculinos (espermatozoides).

La producción de espermatozoides en los testículos es continua y empieza durante la pubertad, hacia los 12 o 13 años, y acaba hacia los 70, coincidiendo con el climaterio masculino.
Cada uno de los testículos está lleno de tubos seminíferos, donde se originan los espermatozoides, y desde éstos llegan hasta el epidídimo, un tubo muy largo y contorneado donde se almacenan y maduran. En su interior permanecen quietos debido a la acidez de las secreciones y la falta de oxígeno. Durante la eyaculación son expulsados al exterior mediante una contracción de la musculatura lisa que rodea el conducto del epidídimo y siguen el trayecto de un conducto (conducto deferente) hasta llegar a la uretra, justo en la base de la vejiga urinaria.

En la zona de la uretra en que desembocan los conductos deferentes está incluida la próstata, y antes de su entrada se le une la secreción procedente de las vesículas seminales. La secreción de todas estas glándulas y los espermatozoides forman el semen, que sale de la uretra y al cual se une la secreción de otras glándulas situadas en la salida de la próstata, las glándulas de Cowper. Todas estas glándulas secretan líquidos que permiten que los espermatozoides se muevan y les aportan nutrientes para su viaje hacia el óvulo.
A partir de la próstata, la uretra sirve de vía de salida de la orina procedente del aparato urinario y el semen procedente del aparato reproductor. La uretra transcurre a través del pene entre masas de tejido eréctil, los dos cuerpos cavernosos y el cuerpo esponjoso, que durante la erección se llenan de sangre, lo que hace aumentar el volumen y la consistencia del pene.
En el extremo del pene existe un ensanchamiento denominado glande, recubierto de un repliegue cutáneo, el prepucio. En el glande se encuentran las terminaciones sensitivas más importantes de las sensaciones sexuales del varón.
Durante la penetración del pene en la vagina (coito), se originan contracciones rítmicas de las paredes de la uretra que impulsan el semen hacia fuera en el proceso denominado eyaculación. Por lo general se eyaculan entre 4 y 5 cm3 de semen, en el cual hay entre 200 y 300 millones de espermatozoides, además de las secreciones procedentes de la próstata, las vesículas seminales y las otras glándulas.
El espermatozoide o gameto masculino es una célula especial, consta de una cabeza, en la cual está el núcleo de la célula, una zona intermedia, donde se encuentran los órganos del citoplasma, y una cola móvil, que permite su movimiento. Además, en el extremo de la cabeza, en una estructura denominada acrosoma, hay un serie de enzimas que permiten la penetración en el interior del óvulo. El sistema de propulsión de la cola permite al espermatozoide progresar desde la vagina hasta el cuello del útero, por su interior y, a partir de allí, por las trompas hasta encontrar al óvulo e intentar su fecundación.
EL APARATO REPRODUCTOR FEMENINO
Está formado por dos órganos glandulares, los ovarios, situados en la región abdominal cerca de la pelvis.
El ovario libera el óvulo o célula sexual femenina, una célula grande con un núcleo y un citoplasma muy abundante y rico en material de reserva, que permite que, una vez fecundado, el óvulo pueda crecer e implantarse en la pared del útero.
Cerca del ovario se encuentra la trompa de Falopio, que tiene forma de embudo para facilitar la captura del óvulo que sale del ovario en el momento de la ovulación. La trompa está recubierta de un epitelio provisto de cilios, que junto con los movimientos peristálticos de la musculatura de su pared hacen que el óvulo avance hacia el útero.
El útero es un órgano muscular muy poderoso en forma de pera situado entre la vejiga urinaria delante y el recto detrás. En él se distinguen varias partes: el fondo, el cuerpo y el cuello o cérvix, que tiene una porción que asoma dentro la cavidad vaginal. La abertura del cérvix tiene forma de hendidura y se conoce como canal cervical. La pared del útero tiene una capa media muy gruesa de músculo liso y una capa interna mucosa denominada endometrio, que –si no se ha llevado a cabo la fecundación del óvulo y su implantación en la pared uterina– periódicamente se descama y da lugar a la menstruación. Al útero sigue la vagina, que es un conducto muscular y membranoso cuya parte inferior cierra un pliegue cutáneo denominado himen, que se rompe en la primera penetración. Las paredes de la vagina secretan sustancias ácidas que tienen una función defensiva contra las infecciones y, además, en ellas se encuentran unas glándulas que secretan el moco encargado de lubricar el conducto vaginal, en especial en el momento del coito. La vagina se abre al exterior por un pequeño orificio rodeado por los órganos genitales externos, denominados globalmente vulva, que incluyen los labios mayores, dos pliegues cutáneos llenos de tejido adiposo, los labios menores, que tienen abundante terminaciones nerviosas, y dos cuerpos cavernosos que constituyen un órgano equivalente al pene en el varón y que se denomina clítoris (también tiene capacidad de erección). En la mujer la uretra que conduce la orina al exterior desde la vejiga urinaria desemboca en un orificio situado en la vulva, delante de la vagina.

FISIOLOGÍA DE LA REPRODUCCIÓN
Tanto la función de los ovarios como la de los testículos se hallan bajo el control de estímulos nerviosos procedentes directamente del sistema nervioso central y diferentes hormonas que secretan algunas de las glándulas endocrinas.
Los testículos producen espermatozoides y secretan la hormona masculina, la testosterona, que pertenece al grupo de los andrógenos. Esta hormona ejerce su función al condicionar el desarrollo de los caracteres sexuales secundarios y permitir la función sexual masculina, también controla la función de la hipófisis, la glándula del sistema nervioso central que regula a su vez la función de las glándulas sexuales. Los ovarios, además de formar óvulos, producen diferentes hormonas, que son diferentes en cada fase del ciclo menstrual y durante el embarazo. Éstas tienen la función de mantener el ciclo menstrual, permitir la menstruación y favorecer la implantación del óvulo fecundado en la pared uterina y, más tarde, mantener y prolongar el embarazo, así como influir directamente en la hipófisis para controlar todo el proceso.
Las hormonas que se secretan en los ovarios con el fin de controlar el ciclo menstrual de la mujer son los estrógenos y la progesterona.
 OVULACIÓN
Los óvulos empiezan a producirse en los ovarios antes del nacimiento, de manera que una niña recién nacida tiene un millón o más de óvulos sin madurar en sus ovarios. Éstos permanecen inalterados durante la infancia y algunos incluso desaparecen, de manera que tan sólo quedarán entre 300 y 400, que son los que comenzarán a madurar a partir de la pubertad, entre los 9 y los 16 años. A diferencia de los hombres, en que la producción de espermatozoides es continua desde la pubertad hasta el climaterio, la producción de óvulos en la mujer es cíclica, de modo que más o menos cada 28 días madura uno y a veces más de uno, durante un período que va desde la pubertad hasta el climaterio femenino o menopausia, alrededor de los 50 años.
La primera célula ovárica que empieza a madurar se denomina ovocito primario y se desarrolla poco a poco hasta formar una célula (folículo) que tiene una gran cavidad llena de líquido (cavidad folicular), que envuelve el óvulo maduro. Entonces, la producción de hormonas foliculares (estrógenos) es máxima y el óvulo maduro se desplaza lentamente hasta la superficie del ovario, donde estalla y libera el óvulo hacia el exterior, fenómeno que se denomina ovulación. El óvulo queda liberado del ovario y lo captura el embudo de la trompa de Falopio, en el interior del cual lo capturan los cilios de la pared que, junto con los movimientos peristálticos de la trompa, lo transportan hacia el útero.
Una vez efectuada la ovulación, las células restantes del folículo del ovario constituyen lo que se denomina cuerpo lúteo o amarillo, que durante dos semanas produce unas hormonas –por ejemplo, la progesterona– que mantienen la pared del útero en condiciones de que pueda implantarse el óvulo si es fertilizado. Cuando esto no ocurre, se dejan de producir las hormonas y la pared del útero se descama y se ocasiona la menstruación.

CICLO MENSTRUAL
Cuando se inicia la pubertad, el aparato reproductor femenino empieza a experimentar una serie de acontecimientos que se repiten cada mes y que dan lugar al denominado ciclo menstrual.
El ciclo implica cambios en el ovario, el útero, las mamas, la temperatura corporal y los niveles de hormonas sexuales en la sangre.
El ciclo normal dura 28 días, pero puede ser más o menos largo en función de diferentes factores fisiológicos, psicológicos y ambientales. Durante el ciclo menstrual se libera un óvulo del ovario y se renueva todo el revestimiento de la pared mucosa del útero, el endometrio. El endometrio se desarrolla hasta el punto de que, si se origina la fertilización, puede recibir y nutrir al óvulo para que empiece un embarazo. Todos estos hechos los controlan las hormonas procedentes de los ovarios y la hipófisis.
Los acontecimientos que se suceden a lo largo del ciclo menstrual son los siguientes:
• Desde el primero hasta el quinto día del ciclo se desprende el revestimiento de la pared del útero y salen de la vagina entre 50 y 250 cm3 de sangre, lo que se conoce como menstruación y, popularmente, como período o regla.
• Una vez acabada la menstruación la secreción de una hormona estimulante de la hipófisis estimula uno de los ovarios para que madure un folículo, o más de uno. Al mismo tiempo que aumenta de volumen, es capaz de sintetizar cada vez mayor cantidad de estrógenos. Su efecto principal es estimular de nuevo el crecimiento del endometrio. También activa las glándulas mamarias, de manera que aumentan de volumen las glándulas y los conductos que, en caso de embarazo, llevarán la leche hasta los pezones.
• El aumento progresivo del nivel de estrógenos en la sangre actúa a su vez como mecanismo regulador y provoca que la hipófisis deje de producir la hormona estimulante de los folículos y empiece a secretar otra hormona que se encarga de la ovulación, que se realiza entre los días 13 y 15 de cada ciclo. Inmediatamente antes y después de la ovulación, la mujer es fértil y puede originar la fertilización del óvulo. Como es difícil saber en qué momento exacto se realiza la ovulación y los espermatozoides pueden vivir entre tres y cuatro días en el interior del útero, se admite que en la mayoría de los casos los días fértiles del ciclo están comprendidos entre el 10 y el 18.
• El resto del folículo que queda en el ovario después de la ovulación se convierte en el cuerpo lúteo, que funciona como un órgano secretor y produce la progesterona, que se encarga de estimular un mayor desarrollo del endometrio, el útero y los tejidos glandulares secretores de leche en las mamas.
• El óvulo viaja a través de la trompa de Falopio y se desplaza hacia el útero, donde los espermatozoides pueden llevar a cabo su fecundación. De no ser así, el óvulo muere.
• Si no se producen la fertilización y la implantación del óvulo fecundado en la pared uterina, el cuerpo lúteo degenera y disminuye de volumen, por lo que baja la producción de progesterona. Este proceso dura unos 14 días después de la ovulación.
• Por último sobreviene una nueva menstruación y vuelve a empezar el ciclo menstrual.
El tiempo comprendido desde el inicio del agotamiento de los ovarios hasta que cesa del todo su actividad se conoce con el nombre de climaterio y suele ocurrir entre los 42 y los 52 años, momento en que las menstruaciones se van haciendo cada vez más irregulares hasta que desaparecen. La disminución de la producción de hormonas sexuales por parte de los ovarios da lugar a una etapa en que pueden presentarse algunas sensaciones poco agradables para la mujer, lo que se conoce como menopausia.
 FECUNDACIÓN
De los millones de espermatozoides contenidos en el semen que se eyacula en el interior de la vagina, tan sólo uno de ellos podrá fecundar el óvulo. Este número tan elevado de espermatozoides se justifica por la elevada tasa de mortalidad a lo largo del viaje que hacen por el aparato reproductor femenino hasta llegar al lugar donde se lleva a cabo la fecundación del óvulo. Los espermatozoides se desplazan con movimientos enérgicos de la cola a través del cuello del útero y hacia arriba hasta las trompas de Falopio.
La fecundación o fertilización del óvulo maduro se realiza en el tercio superior de la trompa, adonde llegan unos cuantos espermatozoides, que rodean el óvulo, y tan solo uno consigue traspasar la membrana que lo protege, aprovechando los enzimas que hay en el acrosoma de la cabeza, concretamente la hialuronidasa.
Una vez ha penetrado la cabeza en la membrana del óvulo, el espermatozoide pierde la cola e introduce en el interior el contenido del núcleo. Sus cromosomas se unen con los cromosomas contenidos en el núcleo del ovario y dan lugar a un óvulo fecundado, que también se denomina cigoto, y que contiene el material genético de los dos miembros de la pareja.
Por lo general, las células del cuerpo se dividen de manera que el número de cromosomas contenidos en el núcleo (46 cromosomas: 23 pares) se mantiene en las nuevas células que se forman, excepto en las células sexuales o gametos, donde, por un mecanismo de divisiones especial, sólo hay la mitad de los cromosomas (23). En el momento de la fecundación este número de cromosomas del padre se une con los de la madre y dan lugar a una célula (cigoto) que contiene completa la información genética de ambos.
La fecundación del óvulo se realiza más o menos entre las 8 y las 48 horas después del coito. A partir de este momento, el cigoto empieza a dividirse con mucha rapidez.



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