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SISTEMA ENDOCRINO



El sistema endocrino se compone de un conjunto de glándulas repartidas por todo el cuerpo que secretan una serie de sustancias de naturaleza química diversa denominadas hormonas. Junto con el nervioso, el endocrino constituye el principal sistema regulador del organismo.
 GLÁNDULAS

En el cuerpo humano existen dos tipos de glándulas:
• De secreción externa o exocrinas. Son las que vierten sus productos en el interior del cuerpo o al interior de ciertos órganos, por ejemplo, las salivales, que vierten la saliva en la boca, y las sudoríparas, que vierten el sudor al exterior, sobre la piel.
• De secreción interna o endocrinas. Son las que vierten sus productos en el torrente sanguíneo. Estos productos se denominan hormonas y son sustancias químicas capaces de detener o impulsar las acciones de las diferentes células del cuerpo.

HORMONAS
Una hormona es una sustancia química producida por un órgano o parte de él y que tiene una función específica reguladora de la actividad de los tejidos determinados.
Su actividad consiste en favorecer o impedir alguna reacción metabólica o bien intervenir en el crecimiento o la diferenciación celular. Según su naturaleza química las hormonas pueden clasificarse en tres grupos: las hormonas esteroideas, las que secretan la corteza suprarrenal, los testículos, los ovarios y la placenta; las hormonas derivadas de aminoácidos; y las hormonas peptídicas, es decir, derivadas de proteínas.

REGULACIÓN HORMONAL
Las hormonas son sustancias que llegan a todas las células del organismo, pero sólo actúan sobre las que tienen receptores químicos específicos en su membrana para reconocerlas específicamente. 
Las hormonas son activas cuando encuentran su receptor específico o su célula diana.
Todo el sistema endocrino se encuentra bajo el control de un centro nervioso situado en la base del cerebro, denominado hipotálamo. El hipotálamo actúa como una glándula que rige y coordina toda la producción hormonal y elabora sustancias hormonales que son estimulantes o reguladoras, es decir, que en unas ocasiones favorecen y en otras inhiben reacciones. Viajan hasta la glándula pituitaria, también denominada hipófisis o glándula maestra, donde ejercen su acción. 
La hipófisis, que está unida al hipotálamo por un tallo corto, tiene el tamaño de una judía y cuelga de la base del cerebro, presenta dos lóbulos, uno anterior o adenohipófisis y otro posterior o neurohipófisis. Recibe las sustancias estimulantes o inhibidoras procedentes del hipotálamo y a su vez secreta sustancias estimulantes del resto de las glándulas endocrinas (no elabora sustancias inhibidoras, sino que simplemente deja de elaborar las estimulantes). Actúa directamente sobre el resto de las glándulas y sus secreciones hormonales.
Las hormonas que secreta la hipófisis, tanto en su parte anterior como en la posterior, estimulan la producción de hormonas por parte de las glándulas endocrinas, con lo que se establece un mecanismo de retroalimentación: las hormonas que producen las diferentes glándulas endocrinas aumentan hasta una determinada cantidad, que es capaz de inhibir de manera retrógrada la producción de factores liberadores por parte del hipotálamo y la hipófisis. 
Este mecanismo de retroalimentación es involuntario y mantiene el equilibrio y el funcionamiento del organismo.
 FISIOLOGÍA HORMONAL


Hipotálamo. Es un centro nervioso que forma parte del diencéfalo, situado en la parte inferior del cerebro, justo encima de la hipófisis. Consiste en una serie de células neurosecretoras que fabrican dos hormonas, la antidiurética o vasopresina (ADH) y la oxitocina, que los axones celulares transportan hasta el lóbulo posterior de la hipófisis. Las células del hipotálamo también producen los factores que estimulan o inhiben la producción de factores liberadores de hormonas por parte del lóbulo anterior de la hipófisis.


Hipófisis. Es una pequeña glándula formada por dos lóbulos muy vascularizados. El posterior contiene y libera al torrente sanguíneo las hormonas que producen algunas células secretoras del hipótalamo: la antidiurética, que controla la cantidad de agua excretada en la orina y ayuda a constreñir las pequeñas arterias cuando desciende la presión sanguínea, y la oxitocina, que estimula la liberación de la leche materna y actúa sobre la musculatura lisa del útero para estimular las contracciones durante el parto.
El anterior libera los factores estimulantes de la producción hormonal del resto de las glándulas endocrinas: 1) la STH, que estimula los melanocitos del tejido epitelial de la piel para producir la melanina, un pigmento que elabora la piel en respuesta a la luz solar; 2) la ACTH, que favorece la producción de hormonas esteroideas por parte de las glándulas suprarrenales e intervienen en la utilización por parte del organismo de las proteínas, los hidratos de carbono y las grasas, así como también regulan la respuesta del cuerpo ante el estrés; la aldosterona, que se origina en la corteza suprarrenal, controla la cantidad de sodio eliminado en la orina y ayuda a mantener la presión de la sangre; el cortisol, que regula el metabolismo de las grasas, las proteínas y los hidratos de carbono, además de ayudar a reducir la inflamación; los corticoides gonadales, que influyen en los órganos sexuales, sobre todo en la producción de espermatozoides en los hombres y la distribución del vello del cuerpo y la menstruación en las mujeres, y la médula suprarrenal produce las hormonas adrenalina y noradrenalina, que regulan la respuesta del organismo ante el estrés, controlando la frecuencia del latido del corazón y la presión sanguínea; 3) la TSH, que estimula la producción por la glándula tiroides de la hormona tiroidea o tiroxina, que tiene efecto sobre el metabolismo, el crecimiento y los mecanismos de regulación cardiovascular; 4) la hormona del crecimiento (GH), que regula el crecimiento óseo; 5) las hormonas FSH y LH, que influyen en los testículos y los ovarios, lo que favorece el desarrollo sexual y la función reproductora, y 6) la prolactina, que induce la producción de leche por parte de la glándula mamaria en las mujeres que acaban de tener un hijo.
Epífisis. También denominada glándula pineal. Está situada en la base del cerebro y secreta la melatonina, una hormona que controla los ritmos del cuerpo, por ejemplo, el sueño y la vigilia, y que parece influir en el desarrollo sexual.
Glándula tiroides. Elabora la hormona tiroidea o tiroxina, que controla el metabolismo, incluido el mantenimiento del peso del cuerpo, el ritmo de uso de la energía y el ritmo del corazón. A diferencia de otras glándulas, puede almacenar las hormonas que elabora.
Glándulas paratiroides. Están situadas detrás de la glándula tiroides y adheridas a ella, en número de cuatro. Producen la parthormona, que interviene en la regulación del metabolismo del calcio y el fósforo y también en el de los huesos.
Timo. Es una glándula con función inmunológica situada alrededor del corazón, se desarrolla sobre todo en el feto y evoluciona progresivamente durante la infancia. Tiene la función de especializar a algunos linfocitos, que pasan a denominarse linfocitos T.
Páncreas. Esta glándula tiene una parte exocrina que forma el jugo pancreático, que se vierte en el intestino, y otra endocrina que secreta algunas hormonas que regulan el metabolismo de los hidratos de carbono: la insulina se forma en las células llamadas beta y disminuye la glucosa en sangre y el glucagón se forma en las células denominadas alfa y aumenta los niveles de azúcar en sangre.
Glándulas suprarrenales. Situadas justo encima de cada uno de los riñones, elaboran diferentes hormonas en la corteza y la médula.
Ovarios. Secretan las hormonas sexuales femeninas: estrógenos y progesterona, que influyen en la regulación del ciclo menstrual y el mantenimiento del embarazo.
Testículos. Producen las hormonas masculinas denominadas andrógenos, concretamente la testosterona, que influye en los caracteres sexuales secundarios y la producción de espermatozoides. La testosterona también se elabora en pequeñas cantidades en las glándulas suprarrenales tanto de los hombres como de las mujeres e interviene en la regulación de la presencia de vello en las mujeres y la presencia de esperma en los hombres.
Otras glándulas endocrinas. Existen además en el organismo varios órganos como el hígado, el bazo, los ganglios linfáticos o los riñones que, aunque su función principal no es la de secretar hormonas, también las elaboran. Así, los riñones producen la eritropoyetina, hormona relacionada con la formación de glóbulos rojos en la médula ósea.



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EL APARATO REPRODUCTOR


El aparato reproductor femenino y el masculino tienen muchos aspectos paralelos, ya que ambos se desarrollan a partir del mismo tejido embrionario, pero se diferencian en sus funciones, su estructura y el lugar en que se localizan.
CARACTERÍSTICAS Y FUNCIONES
El aparato reproductor masculino produce espermatozoides, el femenino, óvulos, ambos reciben el nombre de gametos y se caracterizan por su capacidad de crecimiento y la rapidez con que se multiplican. Si un espermatozoide fecunda un óvulo, se origina la fertilización y se desarrolla un embrión, que dará lugar a un nuevo ser humano.
Estos gametos o células sexuales no sólo aseguran la reproducción, sino la transmisión exacta de los datos genéticos de cada uno de los padres a sus descendientes. La reproducción no es la única función de los órganos del aparato reproductor, también desempeñan un papel muy importante en el desarrollo de las relaciones sexuales entre los seres humanos. Este papel no sólo lo desempeñan los órganos genitales, sino también otros órganos como, por ejemplo, las mamas en la mujer.
Las mamas están formadas por un tejido glandular y existen tanto en el hombre como en la mujer, aunque en ésta están mucho más desarrolladas. Durante el embarazo, el tejido glandular mamario alcanza su máximo desarrollo, influido por una serie de hormonas que elabora la placenta y regulado por otras que elabora la glándula hipófisis. En esta época, la glándula aumenta de tamaño y produce la leche materna, una secreción que permite la alimentación del recién nacido.
EL APARATO REPRODUCTOR MASCULINO
Está formado por dos glándulas sexuales denominadas testículos, que durante la edad embrionaria se encuentran en el interior de la cavidad abdominal y justo antes del nacimiento descienden por el conducto inguinal hacia el escroto, bolsa cutánea que los mantiene en el exterior del cuerpo. Por este motivo los testículos se encuentran a una temperatura inferior que la del resto del cuerpo, unos 2 °C menos, lo que es básico para que pueda elaborar los gametos masculinos (espermatozoides).

La producción de espermatozoides en los testículos es continua y empieza durante la pubertad, hacia los 12 o 13 años, y acaba hacia los 70, coincidiendo con el climaterio masculino.
Cada uno de los testículos está lleno de tubos seminíferos, donde se originan los espermatozoides, y desde éstos llegan hasta el epidídimo, un tubo muy largo y contorneado donde se almacenan y maduran. En su interior permanecen quietos debido a la acidez de las secreciones y la falta de oxígeno. Durante la eyaculación son expulsados al exterior mediante una contracción de la musculatura lisa que rodea el conducto del epidídimo y siguen el trayecto de un conducto (conducto deferente) hasta llegar a la uretra, justo en la base de la vejiga urinaria.

En la zona de la uretra en que desembocan los conductos deferentes está incluida la próstata, y antes de su entrada se le une la secreción procedente de las vesículas seminales. La secreción de todas estas glándulas y los espermatozoides forman el semen, que sale de la uretra y al cual se une la secreción de otras glándulas situadas en la salida de la próstata, las glándulas de Cowper. Todas estas glándulas secretan líquidos que permiten que los espermatozoides se muevan y les aportan nutrientes para su viaje hacia el óvulo.
A partir de la próstata, la uretra sirve de vía de salida de la orina procedente del aparato urinario y el semen procedente del aparato reproductor. La uretra transcurre a través del pene entre masas de tejido eréctil, los dos cuerpos cavernosos y el cuerpo esponjoso, que durante la erección se llenan de sangre, lo que hace aumentar el volumen y la consistencia del pene.
En el extremo del pene existe un ensanchamiento denominado glande, recubierto de un repliegue cutáneo, el prepucio. En el glande se encuentran las terminaciones sensitivas más importantes de las sensaciones sexuales del varón.
Durante la penetración del pene en la vagina (coito), se originan contracciones rítmicas de las paredes de la uretra que impulsan el semen hacia fuera en el proceso denominado eyaculación. Por lo general se eyaculan entre 4 y 5 cm3 de semen, en el cual hay entre 200 y 300 millones de espermatozoides, además de las secreciones procedentes de la próstata, las vesículas seminales y las otras glándulas.
El espermatozoide o gameto masculino es una célula especial, consta de una cabeza, en la cual está el núcleo de la célula, una zona intermedia, donde se encuentran los órganos del citoplasma, y una cola móvil, que permite su movimiento. Además, en el extremo de la cabeza, en una estructura denominada acrosoma, hay un serie de enzimas que permiten la penetración en el interior del óvulo. El sistema de propulsión de la cola permite al espermatozoide progresar desde la vagina hasta el cuello del útero, por su interior y, a partir de allí, por las trompas hasta encontrar al óvulo e intentar su fecundación.
EL APARATO REPRODUCTOR FEMENINO
Está formado por dos órganos glandulares, los ovarios, situados en la región abdominal cerca de la pelvis.
El ovario libera el óvulo o célula sexual femenina, una célula grande con un núcleo y un citoplasma muy abundante y rico en material de reserva, que permite que, una vez fecundado, el óvulo pueda crecer e implantarse en la pared del útero.
Cerca del ovario se encuentra la trompa de Falopio, que tiene forma de embudo para facilitar la captura del óvulo que sale del ovario en el momento de la ovulación. La trompa está recubierta de un epitelio provisto de cilios, que junto con los movimientos peristálticos de la musculatura de su pared hacen que el óvulo avance hacia el útero.
El útero es un órgano muscular muy poderoso en forma de pera situado entre la vejiga urinaria delante y el recto detrás. En él se distinguen varias partes: el fondo, el cuerpo y el cuello o cérvix, que tiene una porción que asoma dentro la cavidad vaginal. La abertura del cérvix tiene forma de hendidura y se conoce como canal cervical. La pared del útero tiene una capa media muy gruesa de músculo liso y una capa interna mucosa denominada endometrio, que –si no se ha llevado a cabo la fecundación del óvulo y su implantación en la pared uterina– periódicamente se descama y da lugar a la menstruación. Al útero sigue la vagina, que es un conducto muscular y membranoso cuya parte inferior cierra un pliegue cutáneo denominado himen, que se rompe en la primera penetración. Las paredes de la vagina secretan sustancias ácidas que tienen una función defensiva contra las infecciones y, además, en ellas se encuentran unas glándulas que secretan el moco encargado de lubricar el conducto vaginal, en especial en el momento del coito. La vagina se abre al exterior por un pequeño orificio rodeado por los órganos genitales externos, denominados globalmente vulva, que incluyen los labios mayores, dos pliegues cutáneos llenos de tejido adiposo, los labios menores, que tienen abundante terminaciones nerviosas, y dos cuerpos cavernosos que constituyen un órgano equivalente al pene en el varón y que se denomina clítoris (también tiene capacidad de erección). En la mujer la uretra que conduce la orina al exterior desde la vejiga urinaria desemboca en un orificio situado en la vulva, delante de la vagina.

FISIOLOGÍA DE LA REPRODUCCIÓN
Tanto la función de los ovarios como la de los testículos se hallan bajo el control de estímulos nerviosos procedentes directamente del sistema nervioso central y diferentes hormonas que secretan algunas de las glándulas endocrinas.
Los testículos producen espermatozoides y secretan la hormona masculina, la testosterona, que pertenece al grupo de los andrógenos. Esta hormona ejerce su función al condicionar el desarrollo de los caracteres sexuales secundarios y permitir la función sexual masculina, también controla la función de la hipófisis, la glándula del sistema nervioso central que regula a su vez la función de las glándulas sexuales. Los ovarios, además de formar óvulos, producen diferentes hormonas, que son diferentes en cada fase del ciclo menstrual y durante el embarazo. Éstas tienen la función de mantener el ciclo menstrual, permitir la menstruación y favorecer la implantación del óvulo fecundado en la pared uterina y, más tarde, mantener y prolongar el embarazo, así como influir directamente en la hipófisis para controlar todo el proceso.
Las hormonas que se secretan en los ovarios con el fin de controlar el ciclo menstrual de la mujer son los estrógenos y la progesterona.
 OVULACIÓN
Los óvulos empiezan a producirse en los ovarios antes del nacimiento, de manera que una niña recién nacida tiene un millón o más de óvulos sin madurar en sus ovarios. Éstos permanecen inalterados durante la infancia y algunos incluso desaparecen, de manera que tan sólo quedarán entre 300 y 400, que son los que comenzarán a madurar a partir de la pubertad, entre los 9 y los 16 años. A diferencia de los hombres, en que la producción de espermatozoides es continua desde la pubertad hasta el climaterio, la producción de óvulos en la mujer es cíclica, de modo que más o menos cada 28 días madura uno y a veces más de uno, durante un período que va desde la pubertad hasta el climaterio femenino o menopausia, alrededor de los 50 años.
La primera célula ovárica que empieza a madurar se denomina ovocito primario y se desarrolla poco a poco hasta formar una célula (folículo) que tiene una gran cavidad llena de líquido (cavidad folicular), que envuelve el óvulo maduro. Entonces, la producción de hormonas foliculares (estrógenos) es máxima y el óvulo maduro se desplaza lentamente hasta la superficie del ovario, donde estalla y libera el óvulo hacia el exterior, fenómeno que se denomina ovulación. El óvulo queda liberado del ovario y lo captura el embudo de la trompa de Falopio, en el interior del cual lo capturan los cilios de la pared que, junto con los movimientos peristálticos de la trompa, lo transportan hacia el útero.
Una vez efectuada la ovulación, las células restantes del folículo del ovario constituyen lo que se denomina cuerpo lúteo o amarillo, que durante dos semanas produce unas hormonas –por ejemplo, la progesterona– que mantienen la pared del útero en condiciones de que pueda implantarse el óvulo si es fertilizado. Cuando esto no ocurre, se dejan de producir las hormonas y la pared del útero se descama y se ocasiona la menstruación.

CICLO MENSTRUAL
Cuando se inicia la pubertad, el aparato reproductor femenino empieza a experimentar una serie de acontecimientos que se repiten cada mes y que dan lugar al denominado ciclo menstrual.
El ciclo implica cambios en el ovario, el útero, las mamas, la temperatura corporal y los niveles de hormonas sexuales en la sangre.
El ciclo normal dura 28 días, pero puede ser más o menos largo en función de diferentes factores fisiológicos, psicológicos y ambientales. Durante el ciclo menstrual se libera un óvulo del ovario y se renueva todo el revestimiento de la pared mucosa del útero, el endometrio. El endometrio se desarrolla hasta el punto de que, si se origina la fertilización, puede recibir y nutrir al óvulo para que empiece un embarazo. Todos estos hechos los controlan las hormonas procedentes de los ovarios y la hipófisis.
Los acontecimientos que se suceden a lo largo del ciclo menstrual son los siguientes:
• Desde el primero hasta el quinto día del ciclo se desprende el revestimiento de la pared del útero y salen de la vagina entre 50 y 250 cm3 de sangre, lo que se conoce como menstruación y, popularmente, como período o regla.
• Una vez acabada la menstruación la secreción de una hormona estimulante de la hipófisis estimula uno de los ovarios para que madure un folículo, o más de uno. Al mismo tiempo que aumenta de volumen, es capaz de sintetizar cada vez mayor cantidad de estrógenos. Su efecto principal es estimular de nuevo el crecimiento del endometrio. También activa las glándulas mamarias, de manera que aumentan de volumen las glándulas y los conductos que, en caso de embarazo, llevarán la leche hasta los pezones.
• El aumento progresivo del nivel de estrógenos en la sangre actúa a su vez como mecanismo regulador y provoca que la hipófisis deje de producir la hormona estimulante de los folículos y empiece a secretar otra hormona que se encarga de la ovulación, que se realiza entre los días 13 y 15 de cada ciclo. Inmediatamente antes y después de la ovulación, la mujer es fértil y puede originar la fertilización del óvulo. Como es difícil saber en qué momento exacto se realiza la ovulación y los espermatozoides pueden vivir entre tres y cuatro días en el interior del útero, se admite que en la mayoría de los casos los días fértiles del ciclo están comprendidos entre el 10 y el 18.
• El resto del folículo que queda en el ovario después de la ovulación se convierte en el cuerpo lúteo, que funciona como un órgano secretor y produce la progesterona, que se encarga de estimular un mayor desarrollo del endometrio, el útero y los tejidos glandulares secretores de leche en las mamas.
• El óvulo viaja a través de la trompa de Falopio y se desplaza hacia el útero, donde los espermatozoides pueden llevar a cabo su fecundación. De no ser así, el óvulo muere.
• Si no se producen la fertilización y la implantación del óvulo fecundado en la pared uterina, el cuerpo lúteo degenera y disminuye de volumen, por lo que baja la producción de progesterona. Este proceso dura unos 14 días después de la ovulación.
• Por último sobreviene una nueva menstruación y vuelve a empezar el ciclo menstrual.
El tiempo comprendido desde el inicio del agotamiento de los ovarios hasta que cesa del todo su actividad se conoce con el nombre de climaterio y suele ocurrir entre los 42 y los 52 años, momento en que las menstruaciones se van haciendo cada vez más irregulares hasta que desaparecen. La disminución de la producción de hormonas sexuales por parte de los ovarios da lugar a una etapa en que pueden presentarse algunas sensaciones poco agradables para la mujer, lo que se conoce como menopausia.
 FECUNDACIÓN
De los millones de espermatozoides contenidos en el semen que se eyacula en el interior de la vagina, tan sólo uno de ellos podrá fecundar el óvulo. Este número tan elevado de espermatozoides se justifica por la elevada tasa de mortalidad a lo largo del viaje que hacen por el aparato reproductor femenino hasta llegar al lugar donde se lleva a cabo la fecundación del óvulo. Los espermatozoides se desplazan con movimientos enérgicos de la cola a través del cuello del útero y hacia arriba hasta las trompas de Falopio.
La fecundación o fertilización del óvulo maduro se realiza en el tercio superior de la trompa, adonde llegan unos cuantos espermatozoides, que rodean el óvulo, y tan solo uno consigue traspasar la membrana que lo protege, aprovechando los enzimas que hay en el acrosoma de la cabeza, concretamente la hialuronidasa.
Una vez ha penetrado la cabeza en la membrana del óvulo, el espermatozoide pierde la cola e introduce en el interior el contenido del núcleo. Sus cromosomas se unen con los cromosomas contenidos en el núcleo del ovario y dan lugar a un óvulo fecundado, que también se denomina cigoto, y que contiene el material genético de los dos miembros de la pareja.
Por lo general, las células del cuerpo se dividen de manera que el número de cromosomas contenidos en el núcleo (46 cromosomas: 23 pares) se mantiene en las nuevas células que se forman, excepto en las células sexuales o gametos, donde, por un mecanismo de divisiones especial, sólo hay la mitad de los cromosomas (23). En el momento de la fecundación este número de cromosomas del padre se une con los de la madre y dan lugar a una célula (cigoto) que contiene completa la información genética de ambos.
La fecundación del óvulo se realiza más o menos entre las 8 y las 48 horas después del coito. A partir de este momento, el cigoto empieza a dividirse con mucha rapidez.



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APARATO URINARIO

Por medio del aparato circulatorio, las células reciben el oxígeno procedente de los pulmones y los nutrientes resultantes de la digestión de los alimentos, con los que realizan las funciones propias de su metabolismo y, como resultado, liberan una serie de sustancias de desecho, por ejemplo, agua, urea o dióxido de carbono, que deben ser expulsadas del organismo. Esto se realiza desde las células a la sangre, que las transporta a los riñones, órganos que filtran y depuran la sangre, con lo que el aparato urinario cumple su principal función de excreción de la orina.
ANATOMÍA Y ESTRUCTURA DE LOS ÓRGANOS EXCRETORES
El aparato urinario está compuesto por los riñones, los uréteres, la vejiga urinaria y la uretra. Este sistema se relaciona en su recorrido con diversos órganos, por ejemplo, las glándulas suprarrenales y las glándulas y órganos sexuales masculinos, que vierten sus secreciones en el conducto uretral para su expulsión al exterior durante la eyaculación.
 LOS RIÑONES
Los riñones son dos órganos, uno derecho y otro izquierdo, situados a ambos lados de la columna vertebral, a la altura de las últimas vértebras dorsales y las primeras lumbares.
El riñón derecho está colocado algo más bajo que el izquierdo y ambos se localizan en la cavidad abdominal, detrás del peritoneo y protegidos por las últimas costillas, la grasa perirrenal y los potentes músculos que descienden a lo largo de la columna vertebral (músculos paravertebrales). Por delante, se relacionan con la cara posterior del estómago y las asas intestinales.
Los riñones tiene forma de habichuela que mira hacia la línea media vertical del cuerpo, reciben la arteria renal, procedente directamente de la arteria aorta, y de ellos sale la vena renal, que va a la vena cava. Se encuentran rodeados por una acumulación muy importante de grasa (grasa perirrenal) y una membrana fibrosa que les ofrecen protección.
En la estructura interna de los riñones se distinguen tres zonas:
• Una zona exterior oscura, de aspecto granuloso, denominada corteza renal.
• Una zona central de color más claro, llamada médula renal.
• Una zona interior de color blanquecino, formada por unas cavidades, llamadas cálices renales, que recogen la orina y confluyen en un espacio mayor, la pelvis renal, en la cual se originan los uréteres.
En los riñones penetra una arteria renal que se divide varias veces hasta formar unos diminutos vasos capilares que dan origen a la formación de pequeñas estructuras filtrantes, denominadas nefronas, que son las auténticas unidades estructurales y funcionales de los riñones.
La nefrona se forma sucesivamente por una agrupación de capilares que constituyen un ovillo, rodeados por una cápsula (cápsula de Bowman). 
Estos capilares desembocan en un tubo que recoge la orina que ellos han filtrado: el glomérulo. Los glomérulos se agrupan en estructuras que, cuando se observa el interior de un riñón a simple vista, tienen el aspecto de pirámides invertidas: la parte externa corresponde a la corteza renal y la interna a la médula renal. Los glomérulos se continúan con una serie de tubos (túbulos renales), por los que circula la orina y se realizan procesos de absorción, transporte y excreción de sustancias, sobre todo agua y sales minerales: túbulo contorneado proximal, asa de Henle, túbulo contorneado distal y túbulo colector de orina.
Los túbulos colectores desembocan en los cálices y la pelvis renal, desde donde la orina pasa por los uréteres hasta la vejiga urinaria.
 URÉTERES
En la zona interna de los riñones se encuentran los cálices renales, que se reúnen en la pelvis renal, que se va estrechando hasta formar los uréteres. 
Cada uréter es un tubo cilíndrico de unos 5 a 6 mm de diámetro y de 26 a 30 cm de longitud, que se extiende desde cada riñón hasta la vejiga urinaria, descendiendo por la parte posterior del abdomen, hasta llegar a la vejiga, situada en el interior de la pelvis ósea.
 VEJIGA URINARIA

Es un órgano hueco muscular y membranoso destinado a recoger y almacenar la orina que llega desde los riñones a través de los uréteres y expulsarla al exterior, hacia la uretra.
Está situada detrás de la sínfisis del pubis; en la mujer, delante de la vagina, en el hombre, delante del recto.
En su interior existe una zona triangular delimitada por los dos orificios de entrada de los uréteres y el orificio de salida de la uretra, que se denomina trígono vesical.
La salida hacia la uretra está rodeada por fibras musculares que constituyen el esfínter vesical, que permite controlar la micción de manera voluntaria.


URETRA
La uretra es el conducto a través del cual la orina, después de una estancia más o menos prolongada en la vejiga, es expulsada al exterior. 
La situación, longitud y relaciones de la uretra son distintas en el hombre y la mujer:
• En el hombre tiene unos 20 cm de longitud y discurre, inmediatamente después de la salida de la vejiga urinaria, por el interior de una glándula llamada próstata, que vierte sus secreciones al interior de la uretra, junto con las procedentes de los testículos y las vesículas seminales. La micción y la emisión de semen comparten el mismo conducto de salida, la uretra. Por último, la uretra, que está rodeada por los cuerpos esponjosos y cavernosos del pene, se prolonga hasta el meato urinario, situado en el extremo del pene (glande).
• En la mujer tiene sólo 4 o 5 cm y desciende recta hasta desembocar en la vulva, justo encima y delante del orificio de entrada a la vagina.
CARACTERÍSTICAS Y FUNCIONES
Los riñones filtran la sangre y eliminan de ella los productos de desecho para formar la orina. De esta forma, regulan el medio interno y mantienen el equilibrio entre el líquido y las sustancias disueltas en la sangre, controlando además su grado de acidez.
La orina formada en los riñones desciende por los uréteres hasta la vejiga urinaria, donde se almacena hasta el momento de la micción, cuando es expulsada al exterior a través de la uretra.
 FISIOLOGÍA RENAL Y URINARIA

Los riñones filtran unos 175 litros de sangre al día, y cada día se forma entre uno y 1,5 litros de orina. En los riñones se llevan a cabo dos procesos diferentes, en zonas distintas de la nefrona: el filtrado y la reabsorción.
Todos los componentes de la sangre se filtran en el glomérulo de la nefrona, excepto las células y las proteínas, debido a su gran volumen, luego, en los túbulos, se lleva a cabo la reabsorción de algunas de las sustancias que se han filtrado, por ejemplo, agua, electrólitos, ácidos grasos, hormonas, algunas vitaminas y glucosa, que de esta manera se recuperan. El proceso de reabsorción se realiza en la denominada asa de Henle, a la vez que se eliminan sustancias tóxicas, por ejemplo, residuos nitrogenados procedentes del metabolismo de las proteínas. A veces también se vierten activamente a la orina algunos electrólitos.
Justo por encima de ambos riñones se encuentran las glándulas suprarrenales, dos órganos endocrinos con importantes funciones hormonales en el control del metabolismo general del organismo.
Una vez formada la orina, ésta se acumula en la vejiga urinaria hasta alcanzar un determinado volumen, que depende de su capacidad (está condicionada por la edad).
Al llegar a una determinada presión interior, mediante un reflejo nervioso se desencadena la sensación de ganas de orinar. Durante los dos primeros años de la infancia la emisión de orina (micción) es involuntaria, pero después, coincidiendo con la maduración del sistema nervioso, es posible controlarla de manera consciente y voluntaria, tanto para retener la orina como para expulsarla. Cuando se abre el esfínter urinario, la orina fluye al exterior a través de la uretra, cuyo orificio externo se denomina meato urinario.
La orina está formada por más del 95 % de agua, el 2 % de sales minerales (cloruros, fosfatos, sulfatos y sales amoniacales) y el 3 % de sustancias orgánicas (urea, ácido úrico y creatinina). Además puede contener algunas células procedentes de la membrana mucosa que tapiza el aparato urinario y las sustancias tóxicas que se excretan por filtración en los riñones.



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ÉTICA Y VIDA EN SOCIEDAD

La polémica sobre la influencia de circunstancias biológicas o sociales en la conducta humana, o sobre la libertad de las personas para enfrentarse a su destino en la historia, tiene respuestas contradictorias.
¿Somos responsables de nuestro destino? ¿Nuestras opciones personales tienen una trascendencia más general? Los inspiradores de una filosofía práctica de la vida, también llamada ética, contestarían afirmativamente a buena parte de estas cuestiones, siempre que la libertad haya influido de forma determinante en las acciones humanas.
Se asiste al milagro de cada día gracias a la existencia de un equilibrio natural de fuerzas que rigen el cosmos. Pero son las pequeñas y grandes decisiones de las personas, tanto en el presente, como a lo largo de la historia, las responsables de buscar ese otro equilibrio inestable y necesario que es el mundo en el que vivimos: un compuesto de naturaleza y sociedad.
La ética ha sido desde sus orígenes el instrumento de la razón práctica humana, ideado para contribuir a resolver las tensiones entre la libertad personal y el interés común, el deseo más íntimo y la razón solidaria. Cuando las decisiones afectan al marco social, el civismo es el contenido de lo que podría llamarse ética pública.
Activismo, libertad y razón práctica son las sólidas raíces de la ética desde su génesis. Las ciencias naturales utilizan un conocimiento descriptivo y teórico, cuyo método es esencialmente cuantitativo o matemático. La razón humana que preside la ética es cualitativa y no cuantitativa. No se refiere a cálculos numéricos o lógicos, sino a la cualidad de las cosas. Tiene por ello, como principal objetivo, la intervención valorativa y activa de la persona libre en su realidad social.
Esto es lo que, desde el siglo XVIII, que proclamó la libertad, igualdad y fraternidad como valores universales, se denomina razón práctica, concepto diseñado por el filósofo alemán Immanuel Kant (1724-1804), según el cual no se trata sólo de conocer, sino de valorar y actuar. La ética, por tanto, no tiene reglas teóricas sino eminentemente prácticas. Descansa en la idea emancipadora de la persona, como ser capaz de elegir libremente y resolver por sí mismo sus contradicciones, de acuerdo con el bien propio y el común.
La ética es, pues, una filosofía práctica y personal, que tiene como objeto la conciliación, a menudo difícil, entre la persona y el mundo. El paso del objeto filosófico de reflexión del yo al nosotros, trasladado a la conciencia interior de cada uno, hizo posible su formulación por los pensadores clásicos, que intentaron desde el principio dar validez universal a algunos principios básicos de la vida del hombre en sociedad.
Fueron los filósofos de la Grecia clásica quienes acuñaron el concepto ética a partir de las primeras reflexiones sobre el comportamiento humano, efectuadas por Sócrates (470-399 a.C.).
En la filosofía occidental, el término ética está vinculado a la política y a las costumbres sociales. En sus orígenes estuvo ligado a la moral y a las costumbres, pero ya en el siglo XX adquirió una dimensión propia como disciplina filosófica. Su objeto consiste en reflexionar sobre las reglas que guían las acciones humanas, como un saber práctico, con tendencia a la universalización de los valores individuales, orientados al bienestar social y al civismo.
La libertad de la persona para elegir entre varias opciones, mediante la voluntad y la razón, es el corazón de la decisión ética. Pero, puesto que la conducta humana se debate entre el deseo, los impulsos y la razón, las más modernas corrientes de pensamiento entroncan con los clásicos al identificar la felicidad personal con la integración social y la colaboración solidaria del individuo con su entorno.
Otras corrientes de pensamiento establecen ciertas diferencias biológicas y genéticas entre los humanos y conceden mayor importancia a su influencia en el comportamiento. Sin embargo, actualmente hay un consenso entre los científicos respecto a la existencia de una sola especie humana, el Homo sapiens, sin que se pueda hablar estrictamente de varias razas, sino únicamente de pequeñas diferencias en la morfología externa.
La biodiversidad de los hombres se explica sobre todo por la adaptación de las poblaciones al clima. Pero, en el fondo, es obvio que algo que sea natural no tiene por qué ser necesariamente bueno. La existencia de diferencias genéticas, por ejemplo, entre hombres y mujeres, no justifica la inferiorización de un sexo por el otro. Los partidarios de la influencia de la cultura y de las ciencias sociales en los diferentes comportamientos humanos consideran que es una equivocación asentar la ética en la biología, pues nadie se libra de tener que administrar sus pulsiones y pasiones y procurar hacerlas compatibles con la convivencia cotidiana.
Por ello, todo es importante y toda persona es necesaria, desde el ámbito familiar más inmediato hasta el último rincón del cosmos. En ese amplio espacio de intervención, desde abajo hacia arriba, de lo más pequeño a lo más grande, se desarrolla la vida humana.

           LA ETICA COMO ARTE DE VIVIR Y SER FELIZ

La fuerza de la ética es inherente a la persona. En el tribunal interior, que es la conciencia, se debaten sus conflictos, pero las decisiones humanas, desde un punto de vista ético, no dependen de una posible penalización externa –como sería el caso de las normas jurídicas– sino de la conciencia personal, la responsabilidad y la satisfacción o culpabilización.
Por ello, ética y felicidad, según los clásicos, están directamente relacionadas, de modo que, tal como enunció Platón (428-347 a.C.), sólo los hombres justos y sabios podrían alcanzar la felicidad.
Contemporáneamente, la mayoría de pensadores opina que la relación entre ética y felicidad también se da a la inversa. Es decir, que la persona aceptablemente feliz, con sus necesidades materiales y emocionales cubiertas, integrada en su medio social y que disfruta de los mínimos derechos y libertades fundamentales, es asimismo la más preparada para tener un comportamiento justo y ético con sus semejantes. Convivencia y tolerancia son, por ello, condiciones básicas de una vida ética.
El filósofo español Fernando Savater considera que, en la actualidad, la ética es simplemente el arte de vivir, cuyo fundamento es la ausencia de sanciones, ya que la raíz está en la libertad. Es importante recordar que las libertades que disfruta una parte de la humanidad no son gratuitas, sino alcanzadas gracias al esfuerzo de generaciones que se dotaron en cada época de determinadas estrategias vitales para convivir.
Por tanto, es posible hablar de un discurso ético subjetivo, identificado con la conciencia de cada uno. Pero también lo es afirmar que el conjunto de costumbres que lo inspiran es objetivo, generalizable. Las sociedades priman el altruismo sobre el egoísmo con el fin de tolerarse mejor unos a otros y garantizar una buena calidad de vida en común.

VALORES FUNDAMENTALES
 
¿Existen valores universales que sean válidos para toda la humanidad, que sean capaces de inspirar la vida, con independencia de las diferencias culturales, religiosas, geográficas o económicas de cada ser?
He aquí una de las cuestiones éticas más intensamente debatidas en este siglo que finaliza, donde la línea de pensamiento llamada postmodernidad ha relativizado la validez o invalidez de las conductas, reduciendo las diferencias a simples puntos de vista o lenguajes diferentes entre las personas y poblaciones. Es decir, según estas últimas formas de pensamiento, manejadas intensamente en el último tercio del siglo XX, se convertiría en auténtica realidad el popular refrán: no hay verdad ni mentira, sino que todo es del color del cristal con que se mira.
Sin embargo, el todo vale, o el todo es relativo, rozan el terreno del absurdo cuando se elevan a algo más que un mero discurso pseudofilosófico. Entonces se observa que, a pesar de las diferencias, la humanidad está realmente dotada de ciertos valores que son universales y que funcionan más allá de las fronteras.
Ser uno mismo: he aquí una de las máximas de la filosofía ética clásica. Pero, para que cada persona alcance ese estadio, se necesitan unos puntos de referencia sociales. Se trata de la búsqueda de la identidad personal, el llegar a ser quién eres, más allá de las circunstancias, que también formularon los griegos.
La dificultad estriba en que para madurar se necesita el diálogo y la superación del estadio infantil, basado en el principio de autoridad paterna, mediante la autonomía (la norma me la doy yo). Pero también es imprescindible la integración de la persona en la sociedad. El reconocimiento de que los valores personales adquiridos son los adecuados sólo puede obtenerse a través de los demás, mediante la respuesta que de ellos se obtiene, es decir, en el fondo, mediante la adecuación a ciertos códigos éticos elegidos.
También es cierto, sin embargo, que no existen cánones éticos válidos para toda la humanidad ni para todas las circunstancias, puesto que la libertad no admite normas universales, sino adecuadas a cada individuo y situación.
Según la filósofa Victoria Camps, la multiculturalidad no excluye la existencia de ciertos valores universales, tales como la igualdad entre los seres humanos, principio que no resulta invalidado por el hecho de que sean admitidas las diferencias culturales entre los grupos.
Una vía posible para identificar en la actualidad los valores éticos fundamentales, que inspiran los principios democráticos, consiste en la superación de las culturas particulares hasta alcanzar la idea de la multiculturalidad, es decir, de todos aquellos valores que unen a las diferentes culturas, que están presentes en ellas.
Muchas de las costumbres que presiden la vida privada de las personas en todo el mundo suelen estar estrechamente influidos por estos valores. También es cierto que algunas de esas conductas son, evidentemente, antiéticas, como, por ejemplo, el fundamentalismo contra las mujeres en muchos países islámicos.
La tarea personal estriba, pues, en identificar unas y otras, adoptar algunas de ellas y rebelarse contra otras, con el fin de dotarse de una personalidad moral, que le sea útil en su propia vida a cada persona. Fácilmente, y por sentido común puramente, en los aspectos positivos de la vida privada de los pueblos se encuentran valores como la autonomía, la dignidad, la responsabilidad, la libertad, el optimismo, la tolerancia, la solidaridad, el activismo o el trabajo.
Una vez identificados, esos rasgos son los valores universales que, sin duda, a lo largo de la historia, han inspirado e inspiran los esfuerzos de personas y pueblos para conseguir una sociedad mejor.
 
LA LIBERTAD PERSONAL Y COLECTIVA
 
Para considerar que una decisión es más o menos ética, existe un primer requisito a tener en consideración: el grado de libertad o de condicionamiento con que ha sido adoptada.
Ya se ha dicho que la libertad es la raíz de la ética. Sólo se pueden pedir responsabilidades por sus actos a las personas si han actuado con conocimiento de causa y libremente. Es decir, que ya no sólo en el campo ético, sino en el discurso jurídico, existen situaciones, tales como el miedo insuperable, el estado de necesidad (por ejemplo, el hambre), la locura y muchas otras que anulan la responsabilidad del sujeto que ha cometido una acción.
Desde el punto de vista ético, no es el miedo a la sanción el motivo de la acción humana a tener en cuenta, sino que la conciencia establece por sí misma unos límites éticos cuando la persona ha madurado. El ejercicio de la libertad personal consiste, precisamente, en el diseño y aceptación personal de esos límites que dan los márgenes entre los cuales el arte de vivir de acuerdo con uno mismo y con los demás es posible.
Ahora bien, los límites de la libertad individual están estrechamente vinculados a las libertades colectivas y públicas. Y éstas no se dan por igual en todos los países ni en todas las épocas de la historia de la humanidad. La esclavitud, por ejemplo, era una práctica habitual en la antigüedad clásica, mientras el tráfico de esclavos desde África hacia los países ricos fue un vergonzoso negocio no tan lejano en el tiempo histórico.
En esas condiciones no podía hablarse de libertad de las personas ni de los pueblos. Para que ésta existiera, la Revolución francesa hubo de proclamar precisamente la libertad política como una de sus máximas principales. Ésta incluye un amplio abanico de libertades públicas, tales como la libertad de reunión, expresión, manifestación, información, voto, y la más importante de ellas, el reconocimiento de la libertad de pensamiento que es, en definitiva, la raíz de la conciencia ética.
En cada país la lucha por la defensa de estas libertades corre paralela a la emancipación de las personas y de los pueblos.
 
LA JUSTICIA, MOTOR DE LA ÉTICA
 
La defensa activa de la dignidad humana obliga a formular el concepto de justicia, auténtico motor de la ética y que, al igual que los valores anteriormente reseñados, tiene la doble perspectiva colectiva e individual, es decir, de arriba abajo y de abajo arriba, del individuo a la sociedad y viceversa.
La justicia es el instrumento del que se dota la sociedad para intentar llevar a la práctica los valores anteriores. Para conseguir que hombres y mujeres sean libres y posean dignidad se precisan las intervención de una justicia que reduzca los desequilibrios y los excesos que lo impiden.
Sin justicia no hay ética ni principio liberador humano que pueda invocarse de forma seria, pues sería simplemente hipócrita invocar ideales humanistas sin procurarse medios para analizar, combatir y sancionar las situaciones injustas que proliferan en la sociedad contemporánea.
La justicia, desde el punto de vista del derecho, se organiza en un sistema de leyes, tanto nacionales como internacionales, a cuyo cumplimiento están llamados los ciudadanos y los países para garantizar la convivencia.
Pero derecho y justicia no son la misma cosa. De todos es conocido la existencia de leyes injustas y de la propia injusticia social que puede darse en cualquier rincón del mundo, incluso cuando hay un cumplimiento estricto de la legalidad vigente. La conciencia ética colectiva o el civismo defienden el valor de una justicia que está incluso por encima del derecho común y que descansa en la idea de equilibrio, responsabilidad, redistribución e igualdad de oportunidades.
Según los filósofos clásicos griegos, sólo los hombres justos podían ser felices. Su ideal de justicia personal corría parejo al de sabiduría y al de bien y verdad, hasta el punto que Platón no concebía la idea de maldad más que a través de la ignorancia del ser humano respecto al bien y a la posibilidad de ser justo.
Desde una perspectiva contemporánea, la conciencia ética permite la formación de una identidad propia y justa para cada persona, de modo que la construcción de uno mismo sería para Friedrich Nietzsche (1844-1900), por ejemplo, la mejor obra de arte del ser humano. Sigmund Freud (1856-1939), forjador del psicoanálisis, construyó su teoría psicológica precisamente a partir de la superación de los instintos contradictorios de la persona y de la liberación de sus energías positivas.
 
LOS DERECHOS HUMANOS
 
Durante los últimos años han crecido en todo el mundo las voces de los activistas en defensa de los derechos humanos y las denuncias contra agresiones de toda índole a los individuos. Las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) y otras asociaciones, formadas por personas que trabajan de forma voluntaria en favor del cumplimiento de estos derechos, denuncian constantemente las violaciones de derechos políticos, culturales y materiales en las zonas más desfavorecidas del planeta, donde las poblaciones indígenas todavía se encuentran marginadas. Ahora bien, también la pobreza y la marginación son una realidad sangrante en el mundo occidental.
Los activistas de estas organizaciones consideran como un primer paso importante alcanzar el reconocimiento legal de los derechos humanos en todos los países, pues, estén o no reconocidos por las legislaciones internas, se trata de exigencias éticas. Más importante aún que su reconocimiento formal pleno es que se cumplan en la práctica. Las discriminaciones de hecho o de derecho (pensemos en la persistencia de dictaduras o de la miseria de muchas poblaciones africanas) que se producen en todos los países del mundo, hacen todavía de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, promulgada por las Naciones Unidas en 1948, una cuestión de candente actualidad y reivindicación permanente.
El antecedente histórico de la proclamación fueron los valores que habían inspirado la Revolución francesa en el siglo XVIII y que se plasmaron en otro texto fundamental: la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, aprobada por la Asamblea Constituyente francesa en 1789, influida a su vez por la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América de 1776. El texto francés proclamó la igualdad entre los hombres y los derechos inalienables a la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión. Se consideraron además otros derechos políticos fundamentales, como el respeto a la soberanía popular y a la libertad religiosa y de opinión.
Tras la segunda guerra mundial, los estados miembros de la ONU se comprometieron a cooperar para hacer efectivo el respeto universal a los derechos y libertades fundamentales del hombre. Tuvieron como antecedente inmediato los terribles crímenes contra la humanidad cometidos por los regímenes nazis y las graves secuelas de la guerra.
 
DEBERES Y DERECHOS
 
La Declaración universal de los derechos del hombre y del ciudadano fue ratificada en París en 1948 por la asamblea de la ONU y en la actualidad casi todos los estados están adheridos a la misma, aunque su cumplimiento sea pura teoría en muchos casos. El documento reconoce, entre otros, el derecho a la vida, a la libertad, a la seguridad, a la libre asociación y a la resistencia contra la opresión, como derechos fundamentales e irrenunciables de todo ser humano.
Una somera aproximación a su contenido da lugar a una triple reflexión desde el punto de vista de la ética:
• Que tanto los derechos fundamentales, promulgados por los revolucionarios franceses y norteamericanos, como el texto de las Naciones Unidas se inspiran en los antiguos valores éticos de los filósofos clásicos. Libertad, dignidad y justicia están presentes en los documentos actuales mediante su concreción en los derechos humanos.
• Que todos y cada uno de estos derechos tienen el correlativo de un deber. El deber de los estados y de los ciudadanos de respetar, garantizar y luchar por su desarrollo.
• Que, además, tanto los deberes como los derechos deben interpretarse a la luz de una doble óptica: la del individuo y la de la sociedad. Unos y otros están sujetos a derechos y obligaciones éticas. Una efectiva actitud democrática debe contemplar los conflictos humanos de abajo arriba y de arriba abajo, de modo que cada persona y cada país sean activos defensores de los derechos humanos y participen de ellos.
El texto está formado por treinta artículos, de los que se han seleccionado algunos por su importancia y vigencia desde el campo de la ética:
• Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros (art. 1).
• Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición (art. 2, 1).
• Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona (art. 3).
• Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes (art. 5).
• Todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a igual protección de la ley. Todos tienen derecho a igual protección contra toda discriminación que infrinja esta Declaración y contra toda provocación a tal discriminación (art. 7).
• Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su domicilio o su correspondencia, ni de ataque a su honra o a su reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o ataques (art. 12).
• Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia (art. 18).
• Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión (art. 19).
• Toda persona tiene derecho a la libertad de reunión y de asociación pacífica (art. 20, 1).
• Nadie podrá ser obligado a pertenecer a una asociación (art. 20, 2).
• Toda persona tiene derecho a participar en el gobierno de su país, directamente o por medio de representantes libremente escogidos (art. 21, 1).
• Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo (art. 23, 1).
 
• Toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por trabajo igual (art. 23, 2).
• Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de protección social (art. 23, 3).
• Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicarse para la defensa de sus intereses (art. 23, 4).
• Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad (art. 25, 1).
• La maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencia especiales. Todos los niños, nacidos de matrimonio o fuera de matrimonio, tienen derecho a igual protección social (art. 25, 2).
• Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria. La instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos (art. 26, 1).
• La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos; y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz (art. 26, 2).
• Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos (art. 26, 3).
 


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HIMNO DE LAREDO

La letra corresponde al Profesor Santos Castañeda Díaz y la música al Profesor Teófilo Álvarez Álvarez; ambos asuntos fueron convocados a concurso para lo cual se nombraron dos comisiones, cuyas bases fueron elaboradas por el Profesor Carlos Meza Finochetti y Licenciada Rosario Yupanqui de Meza.
La comisión del concurso de la letra estuvo integrada por el Dr. César Adolfo Alva Lescano, quien la presidió, el Profesor Juan Paredes Carbonell, el Profesor Hernán Hernández y el Dr. Roberto Meza Finochetti en su calidad de Presidente de la Comisión Organizadora del Concurso. Dicho concurso se realizó el 6 de noviembre de 1978 y el ganador fue el Profesor Santos Castañeda Díaz, con su seudónimo "Haravicu".
El 4 de diciembre del mismo año de 1978, bajo la presidencia del maestro de música, de origen italiano don Francisco Russo y sus miembros el Profesor Mariano Alcántara Castro y el Dr. Roberto Meza Finochetti, se declaró ganador al compositor Teófilo Álvarez Álvarez que se presentó con el seudónimo "Arconte".

El 8 de diciembre de 1978, con motivo de la celebración del Centenario de la creación del Pueblo de Laredo, se entonó el Himno por primera vez, por el Orfeón del Ex Instituto Nacional de Cultura, de La Libertad, siendo el escenario, la Plaza de Armas de Laredo. Asimismo, la Orquesta Sinfónica de Trujillo, interpretó el Himno, bajo la dirección del autor de la música, Profesor Teófilo Álvarez y el Profesor de canto Dr. Alfredo Estrada Zavaleta cantó las estrofas, las que fue grabado en un cassette.

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SIMBOLOS DE LAREDO

BANDERA DE LAREDO


Este emblema fue diseñado por el Sr. Marco Antonio Malabrigo, con la C.P.C. Clara Meza Finochetti, siendo ambos autores.
La bandera esta compuesto de tres bandas o franjas horizontales a saber:
a) Una de un ancho de ocho décimas parte, de color verde claro.
b) Le sigue otra de ancho de una décima parte, de color amarillo y
c) Una tercera, con un ancho, también de una décima parte y de color rojo bermellón o comúnmente llamado rojo vivo.
La parte verde, exactamente en el centro de la bandera, esta diseñado un círculo blanco grande de diez pulgadas de diámetro.
El color verde significa la esperanza en el futuro próspero basado en la producción de sus tierras y servicios; el color amarillo simboliza la inmensa fuerza y poder de sus bienes espirituales y la manifestaciones materiales; el color rojo expresa el amor inconmensurable el que lo perdona todo y también la puesta a prueba del heroísmo de los laredinos que ofrendaron sus vidas en la defensa de la libertad, al democracia y los derechos humanos; el color blanco manifiesta la riqueza del espíritu noble de sus gentes.

ESCUDO DE LAREDO

Este emblema está encerrado dentro de una cinta de color amarillo que manifiesta la riqueza de las tierras laredinas. En el centro y parte superior del Escudo, muy pegado a la cinta amarilla de su contorno, se encuentra el Sol, cuando recién nace, en la estación de verano, en donde nos muestra sus rayos intensos de color anaranjado. En la parte superior derecha se muestra a dos botines esculpidos en arcilla y pertenecientes a la cultura Eupisnique que se encuentra en la Dacha de los Reyes del Complejo Arqueológico "Caballo Muerto" en el Sector de Galindo. Junto a este se hayan una Iglesia y un cerro y por encima de ellos se muestra un cielo de color azul-celeste, totalmente despejado de nubes.
En su parte superior izquierda existe un cerro de granito que simboliza el asentamiento poblacional de Laredo y en el Centro esta el templo Jesús y María de la Iglesia Católica, símbolo de la Fe del pueblo 90% católico; también expresa la verdad como valor ético y la unidad de sus habitantes.
El trabajo y la industria esta representada por un engranaje de color azul y sus dientes son de color azul acero; este engranaje se ubica en el centro del Escudo y junto esta una mazorca de maíz que simboliza la existencia de pequeños agricultores independientes.
En la parte inferior se presenta un libro abierto, que con sus hojas color blanco y su pasta oscura representa la educación y la cultura. Sobre este libro esta en pie firme una balanza, bien equilibrada propia de la justicia social.
El Escudo esta rodeado de una cadena abierta de color gris, y representa el imperio de los derechos humanos y de la liberación integral del hombre. En el lado derecho se encuentran frisos y cabezas, en arcilla, de seres humanos con rasgos de felinos de grandes fauces y colmillos puntiagudos.
Al extremo derecho se muestra una planta de caña de azúcar que simboliza el cultivo principal de este distrito; por el lado izquierdo identificando a Laredo republicano esta una cinta bicolor blanco y rojo.


Los autores de este escudo sostuvieron que en él se manifiestan las etapas del pasado prehispánico, el presente republicano y el futuro de la población laredina.


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